¿Te ha pasado alguna vez que tu peque, de repente y sin venir a cuento, empieza a hablar de una anécdota que os ha pasado hace semanas (o incluso meses)? ¡Mi hijo a empezado a contarle a todo el mundo que me picó una medusa en verano! Y dirás… ¿a qué viene esto a cuento ahora en pleno mes de enero?
También me he dado cuenta que desde hace unas semanas, cuando juega, habla o canta solo. Estos soliloquios, les ayudan a comunicarse e interactuar con su entorno a través de la expresión de su mundo interno. Suelen pronunciar frases sobre las experiencias que han tenido o a proyectar sus emociones más íntimas.
Aunque nos pueda sorprender, demuestra que tienen capacidad de efectuar procesos reflexivos, es un síntoma de buen desarrollo, les ayuda a ejercitar su memoria, a expresar sus sentimientos y emociones y ordenar sus ideas.
Hay distintos tipos de monólogos, por ejemplo, consigo mismos, en los que empiezan a contar cosas a alguien como si se lo hubiera preguntado (vaya, la picada de la medusa) y de repetición (como pasa con las canciones).
¿Y qué debemos hacer? ¡NADA! Respetando estos momentos, dejamos que ellos mismos estimulen sus habilidades cognitivas y del lenguaje.
Y si… si de repente se despierta y te habla de un plato de calamares a la romana, ¡también está bien!